Así lo afirma Stefan Stangaciu, presidente de las sociedades de Apiterapia de Alemania y Rumanía.
Señala que la apiterapia está muy desarrollada
en países como Alemania, Rusia, Rumanía, Bulgaria y Francia entre
otros factores, añade, porque hay una mayor conciencia de los
"fallos y errores" de la medicina tradicional junto a un mayor
acceso a la información sobre tratamientos de origen natural, lo que
no ocurría hace 30 años.
En general no se conocen bien los beneficios de los productos de la colmena, que son excelentes
nutrientes y de enorme eficacia terapéutica, fortalecen el sistema
inmunológico y previenen y curan enfermedades.
Los productos de la colmena pueden ser usados como terapia con
varios métodos de administración y uno de ellos es la apipuntura,
que consiste en administrar el veneno de la abeja, la apitoxina, a
través de los puntos de acupuntura.
El apiterapeuta tiene como norma usar ciertas técnicas o
productos cuando otros no funcionan, por lo que sólo cuando no hay
más remedio se recurre a la picadura de la abeja, ya que esto hará
perder la vida al animal.
Lo habitual es recurrir a la fisioterapia, ungüentos y cremas con
apitoxina para masajes, lo que conlleva alargar el tratamiento
-quizás tres sesiones en vez de una- pero se salva la vida de la
abeja, detalla Stangaciu.
Explica el presidente de los apiterapeutas rumanos y alemanes que
hay 17 productos de la colmena, dos más de los que hasta ahora se
pensaba, tras el reciente descubrimiento en Arabia Saudí de que el
sonido de las abejas es eficaz para tratar la hipoacusia.
Para ello se introducen unas 50 abejas en una bolsa de plástico
que se agita y se sitúa cerca del oído afectado por la baja
audición, con lo que el zumbido es tan fuerte que se estimulan los
nervios acústicos, al tiempo que "el elemento estresante" causado
por los insectos también actúa sobre el sistema nervioso.
Asimismo en Taiwan y en otros países asiáticos se utiliza polvo
elaborado a base de pupas -una fase de la larva- de zánganos para
obtener en los hombres efectos similares a la "viagra", aunque
Stefan Stangaciu precisa que también se puede lograr el mismo
objetivo tomando de forma regular miel, polen o propóleo.
En su opinión, los productos de la colmena son beneficiosos "aún
en casos muy difíciles", pues como ejemplo cita que no pueden
eliminar el bacilo de Koch pero al estimular "fuertemente" la
inmunidad del organismo "éste va a eliminar la tuberculosis".
"Aún en enfermedades que no pueden curar directamente, estos
productos ayudan indirectamente a su erradicación o bloquean la
evolución, de forma que se mejora la calidad de vida del enfermo",
añade.
Apunta que la composición bioquímica de estos productos varía
según la región geográfica pero al final se obtienen los mismos
resultados, y detalla que es diferente el compuesto del propóleo de
Cuba, Rumanía, Venezuela, Argentina o Brasil, pero su función sobre
el organismo "es la misma", con efectos antivirales,
antibacterianos, antimicrobianos y antiparasitarios.
Explica Stefan Stangaciu que "el síndrome del colapso" de las
colmenas -en alusión a la disminución en la población de abejas de
algunos países- tiene varias causas, pero la más grave es la
ocasionada por la agricultura industrial basada en monocultivos.
En su opinión, para las abejas esto supone encontrarse ante "un
desierto, verde, pero un desierto", en el que no encuentran nada
para nutrirse, lo que se suma al hecho de que los agricultores usan
"toneladas de químicos" que intoxican al medio ambiente "y a
nosotros mismos".
La solución, a su juicio, es volver a la apicultura tradicional
basada en los policultivos de los que las abejas pueden nutrirse, y que haya muchos frutales de diferentes
especies y que se "explote" el apiturismo como en otras zonas
europeas, es decir, que se hagan visitas a las zonas de las
colmenas, se expliquen las propiedades de las plantas melíferas y se
haga un centro de apiterapia.
(En base a EFE)
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