A ésta y otras conclusiones llego el doctor Andrew Stoll, director del laboratorio de investigación psico farmacológica en Harvard. Buscaban compuestos que tuvieran efectos similares al litio y otros fármacos. Así fue como se toparon con el omega-3. Comprobaron que su efecto era comparable e incluso superior al del litio u otros fármacos convencionales, pero sin efecto secundario alguno.
A partir de ahí comenzaron a investigar sobre los ácidos grasos omega-3 en pacientes bipolares, deprimidos y autistas. La mayoría nota mejorías entre 1 y 3 semanas después de comenzar los tratamientos.
A partir de ahí comenzaron a investigar sobre los ácidos grasos omega-3 en pacientes bipolares, deprimidos y autistas. La mayoría nota mejorías entre 1 y 3 semanas después de comenzar los tratamientos.
Los ácidos grasos omega-3 funcionan haciendo más permeable la membrana de las células nerviosas, lo cual permite que la transmisión del impulso nervioso de una célula a otra sea más adecuada.
Por el contrario, las grasas saturadas vuelven las membranas menos permeables. En EEUU se ha visto que el aumento de los índices de depresión correlaciona con la disminución progresiva de omega-3 en la dieta a lo largo del siglo XX.
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